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martes, 19 de mayo de 2009

Solos.


Temo caer en lo puro obvio. La vida es un “habérnoslas en el mundo”. Marx y otros lo vieron bien: el hombre está solo ante una aterradora naturaleza llena de sobresaltos y cambios más que impredecibles. Así, la naturaleza es múltiple y está viva: como bien supo Heráclito nada será nunca idéntico a este preciso instante en que tecleo para Vds. escuchando música tras haber estudiado. La relación con la naturaleza, de la cual formamos parte, es donde reside el conformarnos como seres sociales puesto que beneficioso fue el hecho de organizarnos –desde épocas pretéritas- para cazar más y mejor.
De ahí vendrían las versiones del antropólogo Marvin Harris: diferentes modelos de primigenias sociedades, siempre con un “redistribuidor” de la caza y comida acumulada para los tiempos en donde la naturaleza, de nuevo, se vuelve hostil: los largos inviernos. Nunca hubo un "comunismo primitivo". Nos guste o no.
El desarrollo posterior es fácilmente intuido: las primeras ciudades en el lejano oriente, las “polis” griegas, el imperio alejandrino y el romano, etcétera. Pero estamos solos, no lo olvidemos. El humano es un ser que psicológicamente –y si tiene dos neuronas funcionando- reflexiona en un eterno diálogo "consigo mismo". Nietzsche decía que su diálogo era entre “ Yo con Mi”. Los apellidos identitarios nada dicen de nosotros. Nuestros padres, a lo sumo, son importantes. El heredar de ellos lo mejor es nuestro deber: es la noción no manoseada de “tradición” que Hannah Arendt tanto reivindicara. Estamos solos: tengan una mala noche por lo que fuere.
Bien recordaba el Marx más genial (Groucho, of course), que él no podía imaginar nunca las angustias de una persona en medio de la noche. Lo consideraba la más pura intimidad. Y es ahí en donde me refiero a nuestra soledad: ahí habita. Estamos solos. Podemos acompañarnos bien: lo aconsejo. Una buena conversación con alguien inteligente y de humor sano vale más que cualquier prebenda que nos venda al mismísimo Mefistófeles. Pero seguimos solos: dedicarnos a saber cómo llevarnos, con nuestros impredecibles momentos -pues naturaleza somos- es un arte que algunos lo han llamado Ética, otros Religión.
Somos, en el fondo, unos bichos realmente curiosos.
Pero solitarios en el fondo y a la postre.

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