
La abstención es una opción (perdón por la horrible rima). Como opción: significa libertad. Libertad de poder elegir dicha opción: es una perogrullada fácilmente olvidada por proselitistas de todos los colores y pontificadores varios.
Si ya lo teníamos difícil algunos intentando hacer entender a mentes mínimamente funcionales, que abstenerse no es favorecer ni a la derecha ni a la izquierda (dos entelequias históricas), ahora vienen los salvapatrias de turno y nos dejan en mal lugar: ¿nos contarán ahora entre sus seguidores? ¡A mi no me pillan, señores!
El voto nulo, el voto en blanco y el voto “por cabreo” a partidos pintorescos: todo ello reivindico para quien como yo se vea en tal tesitura.
Que los grandes partidos a quien elegir (dos) sigan pareciéndose cada vez más, sobre todo sus máximas cabezas visibles, a guiñoles o “muñegotes” enseñándonos cartelitos para bobos con una flecha que sube hasta el cielo (como nuestros impuestos) o bajando a los infiernos (como nuestros sueldos), no dice sino en nuestro favor. Los hay que nos abstenemos por no estar de acuerdo con un sistema electoral que valdría mil veces más la pena si lo fuera por representación real, incluido un sistema de listas. ¿Por qué no votar a la persona y no a la sigla?: los nominalistas estaríamos encantados. Las siglas de hoy, son los “universales” platónicos de ayer. Por ejemplo: los "salvadores" que emplean la palabra: "pueblo", saben que dicho "universal" substituye al Dios de antaño.
Que el quiera vote: ¿respetará quien tal derecho ejerce el nuestro, es decir, el derecho a abstenernos?
Quieren ocupar nuestro lugar: ocupemos el suyo. Votemos a quien les incomode o no engrosemos masas de abstencionistas manipuladas, votando en blanco.
Y, por favor, sean civilizados y no se parezcan a ninguno –ninguno- de los cabezas de lista de cualquier partido –de cualquiera: desde las ocho mil falanges a los diez mil partidillos comunistas.
Somos ciudadanos, contribuyentes, somos: ellos sólo son retóricos. Nada dicen. Nada. Mercachifles son. No mucho más.
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