Powered By Blogger

sábado, 15 de marzo de 2008

Difíciles días.


Para aquellos que conserven un mínimo de dignidad compuesta de ciudadanía (a su vez compuesta de derechos y deberes: anverso y reverso de la misma moneda, que nadie hable, pues, de “derechos” sin olvidarse de sus “reversos”, máxime si son derechos colectivos y no individuales), para esos individuos, estos son, indudablemente, días difíciles. ¿Aguantaron dignamente los televisivos debates? La imagen no siempre dice verdad: el viejo Platón lo sabía.

Admiro a quien conmigo no esté de acuerdo: al idealista, a quien cree en utópicos escenarios y a quien, aun en el supuesto de partir de mis mismos materialistas cimientos, su pensamiento le lleve por caminos alejados de los míos. Los admiro sinceramente: me gustaría ser aquel idealista que fui. Indudablemente, lo fui. Me gustaría ser aquel patético-platónico-marxista-leninista-nacionalista (conceptos extremadamente antitéticos salvo uno: adivínenlo) que fui.

Pero ya no está aquí: ya no soy aquél.

Creo en individuos, en personas. Las colectividades producen en mí un estado incómodo y enojoso: Freud y Jung estudiaron muy bien –al igual que Ortega- cómo, de qué forma y hasta dónde es capaz de llegar el temible e irracional “hombre-masa” henchido de sentimentalismo. Este siniestro método, cómo no, siempre se ve incitado por la omnipresente retórica: la apelación a los sentimientos une mucho. Odiar, por ejemplo, concita más opiniones en principio dispares que los acuerdos que se consigan en cualquier curso de verano o cátedra: odiar a quien como nosotros no es, une. No seamos hipócritas con nosotros mismos ni con los demás. Digámoslo: es el principio del remedio.

Así, haciendo una “sana” utilización del electrodoméstico llamado “televisión” , he podido escurrirme cual anguila tanto de debates, como de telediarios siempre partidarios –partidistas- de cualquier cadena de adoctrinamiento.

Sean bienvenidos a este jardín-huerta (estoy de lo más productivo desde que volví a trabajar) lleno de dudas: hagan lo mismo que éste su compañero de jardín y pongan en duda sus certezas.

Yo - pongo la mano en el fuego- lo hago todos los días: odio “la” política –concepto genérico- y sólo puedo respetar a algunos políticos, independientemente de su ideología (váyanse al carajo los políticamente correctos: también hay gente decente en la denominada derecha, sea ésta nacionalista, regionalista o estatalista).

Pero a mí me gustaría ser aquel chaval inconsciente que escuchaba a los Pistols la canción “Did You No Wrong”: fresca música, resuelta, 19 primaveras te dan la impresión de ser inmortal y estar más en forma para todo que nunca y que nadie puede contigo. Anárquico e idílico modo de verlo todo que echo de menos: para no volver a él. La vida es una paradoja: quien de ello no se dé cuenta, está enfermo.

Ya no soy , pues, aquél. Hoy, al ir a trabajar a primerísima hora, una pareja de tierna edad y con un “mareo” importante (“Qué mal egtoy guapa”; “Pues anda que io, chaval”, balbuceaban mientras hacían eses y me preguntaban por la calle Zapatería), se cruzaba en mi vida a la mañana yendo al trabajo: ellos eran yo hace muchos años. Un paseo al tajo o a ningún sitio: éso y no otra cosa, es la vida. Un paseo.

Pero pequeñísimos e íntimos momentos como éste, me llevan, escuchando la música que me acompañara en mi adolescencia y larga post-adolescencia (así como unas tranquilas cervezas en mi hogar, al lado siempre de mis libros) a pensar que aquel chaval sigue aquí, a mi lado…en estos difíciles días.

Conviene decir de qué modo se preservará mejor el fin de la naturaleza y cómo nadie, en un principio, accede espontáneamente a los cargos públicos
(Epicuro dixit, reflexión que me ha hecho más llevaderos estos electorales días).

P.S.: Sirva como reconocimiento a quien como yo no piense lo que sigue: no hay democracia sin partidos políticos, lo reconozco. Pero tampoco sin racional crítica a éstos y sus componentes. Ahora bien: sólo en la elección está la libertad.

viernes, 14 de marzo de 2008

Hacer lo que se debe


Sólo un niñato –o no- es capaz de cometer la mayor de las burradas éticas: matar a quien como él no piensa, hacer desgraciada a una familia extraña (la del asesinado), así como a la propia (la del terrorista).

Es todo tan manido que no me siento cómodo escribiendo hoy: ¿cómo hacerlo tras tener razón? ¿Soy soberbio? Tranquilos: no tengo abuelas. Perdónenme por tener razón. ¿Recuerdan cómo el que suscribe hablaba ya hace un tiempo de cómo las llamadas “organizaciones revolucionarias” acababan matando o secuestrando a aquéllos que habían estado negociando con dichas organizaciones?

Ingrid Betancourt es un claro ejemplo: mujer que representaba a los Verdes en la convulsa Colombia, participó de manera activa en las negociaciones de paz con las estalinistas F.A.R.C. Se acaban las negociaciones: se acaba la paz (en entredicho, pues las FARC siguieron masacrando al pueblo que dicen defender, sólo que teniendo una zona de “distensión” como cuatro Navarras, en donde sus comandos o “Frentes” después de asesinar se refugiaban). Se acaban las negociaciones: matemos a los negociadores.

Es la ilógica lógica de dichas anacrónicas “organizaciones”.

No voy a sermonearles, tranquilos: escribo de manera inmisericorde porque si no, uno no consigue atraer la atención del lector. Aparte de ello: ni intento ni quiero pontificar. Que me crea el que quiera.

Hagan con su voto lo que deseen: excluida esta vez la sana abstención. Que los ciudadanos nos sintamos individualísimamente sujetos de derechos y deberes, es la libertad. Anteponer a ello conceptos como “pueblo”, “patria” o “clase”, se me antojan engañuflas para –como diría Ortega y Gasset- “hombres-masa”.

Hagan lo que deban.

P.S.: Vaya por la familia de Isaías Carrasco, especialmente para su hija Sandra. Y sirva también para Mondra-Arrasate, pueblo que bien conozco, de homenaje la imagen: ¿seguiré teniendo amigos y amigas de antaño en dicho industrioso pueblo?: sólo estas líneas lo provocarán en una localidad tan mojigatamente polarizada.

miércoles, 5 de marzo de 2008

Vida de paso...


Estamos en esta vida de paso”: latiguillo en el que sólo cree quien lo hace también en “un más allá” (monoteístas) o en la reencarnación a través de distintos “más allás” (orientalistas varios), paradójicamente desde un “más acá” (como diría el inmortal Epicuro).

¿Qué frustrante angustia, ansiedad o malestar oprime los pechos y nubla las mentes de quien siente que se engaña a sí mismo cobardemente pensando así?: no estamos de paso. Una vida: una ocasión. Ocasión de hacer lo suficientemente el gilipollas, de aprovechar el tiempo, de caer en errores que hacen aprender, etcétera. ¿Cuántas veces oír un “si yo tuviera 20 años con lo que sé ahora…”?: ¿Qué harías?, inquiero yo. ¿Qué?: estupideces, nada más. Sólo se es inconsciente cuando se debe y racional también. Hay quien lo llama madurar. Se aprende, aprendemos, a base de golpes. No cabe darle más vueltas: la vida es una y no nos quiere lo suficiente como para dedicarnos todo su tiempo.

Debemos habérnoslas solos en la vida: “ante” la vida. Al final es la mayor de las putadas (con perdón). Allá cada cual: llévense bien porque el trayecto está lleno de idiotas (la gente más interracial, interclasista e internacionalista que existe).

Vida solo hay una y a ti te encontré en la calle: ríanse. Viviendo. La vida es cosa seria: sin diversión y humor, no obstante, nadie: es. Pues nadie sería sin un ápice de sanas risotadas, sin humor negro. Es lo que nos queda: una herramienta. Sólo los que vemos de cerca alguna vez las entretelas de la parca maldita, sabemos que nada hay después. Nada. Sólo una vida: sólo una oportunidad de ser insensatos o todo lo contrario.

Nadie tiene derecho a juzgarnos ni a priori, ni a posteriori por vivir de manera diferente a la suya: Bertrand Russell tenía razón al hacer hincapié en la manida “higiene mental”: pensar en demasía sobre lo que los demás creen de nosotros, es una gran pérdida de energías y de tiempo. Emplear dichas joyas en otros menesteres, es una buena administración de nuestra ociosidad: un buen remedio.

Que piensen lo que quieran: yo llevo la cabeza rapada. ¿Alguien entre Vds. con el pelo azul? Ojalá que sí...

Una vida: una sola elección. Una, por tanto, única forma de disfrutar de lo que tan sólo poseemos de verdad: los sentidos, el cuerpo. ¿Problemas a la hora de emparejarse? ¿Da igual si es del mismo sexo o no?

Una vida: una opción.

¿Después?: nada.

Elijan.

sábado, 1 de marzo de 2008

Prostituyendo la sana abstención


La abstención es una opción (perdón por la horrible rima). Como opción: significa libertad. Libertad de poder elegir dicha opción: es una perogrullada fácilmente olvidada por proselitistas de todos los colores y pontificadores varios.

Si ya lo teníamos difícil algunos intentando hacer entender a mentes mínimamente funcionales, que abstenerse no es favorecer ni a la derecha ni a la izquierda (dos entelequias históricas), ahora vienen los salvapatrias de turno y nos dejan en mal lugar: ¿nos contarán ahora entre sus seguidores? ¡A mi no me pillan, señores!

El voto nulo, el voto en blanco y el voto “por cabreo” a partidos pintorescos: todo ello reivindico para quien como yo se vea en tal tesitura.

Que los grandes partidos a quien elegir (dos) sigan pareciéndose cada vez más, sobre todo sus máximas cabezas visibles, a guiñoles o “muñegotes” enseñándonos cartelitos para bobos con una flecha que sube hasta el cielo (como nuestros impuestos) o bajando a los infiernos (como nuestros sueldos), no dice sino en nuestro favor. Los hay que nos abstenemos por no estar de acuerdo con un sistema electoral que valdría mil veces más la pena si lo fuera por representación real, incluido un sistema de listas. ¿Por qué no votar a la persona y no a la sigla?: los nominalistas estaríamos encantados. Las siglas de hoy, son los “universales” platónicos de ayer. Por ejemplo: los "salvadores" que emplean la palabra: "pueblo", saben que dicho "universal" substituye al Dios de antaño.

Que el quiera vote: ¿respetará quien tal derecho ejerce el nuestro, es decir, el derecho a abstenernos?

Quieren ocupar nuestro lugar: ocupemos el suyo. Votemos a quien les incomode o no engrosemos masas de abstencionistas manipuladas, votando en blanco.

Y, por favor, sean civilizados y no se parezcan a ninguno –ninguno- de los cabezas de lista de cualquier partido –de cualquiera: desde las ocho mil falanges a los diez mil partidillos comunistas.

Somos ciudadanos, contribuyentes, somos: ellos sólo son retóricos. Nada dicen. Nada. Mercachifles son. No mucho más.