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sábado, 7 de noviembre de 2009

Sin plan maestro.



Nada más que la lluvia golpeando mi cabeza hace un rato con cierta fiereza, no hay más plan. Ahora, son las ventanas donde repiquetea la incesante y pertinaz lluvia. Es sábado, salí ya de trabajar y sigo sin comer a pesar de ser tarde avanzada: habrá tiempo para ello. Y aquí delante de la destellante pantalla, al igual que la del trabajo, sigo pensando en que el otoño es lo mejor. La melancolía no enfermiza es lo mejor. La depresión era "estar enfermo de melancolía", como antaño se decía: como el nunca olvidado David Hume sufriría. "Enfermo de melancolía" tras su injustísima pérdida de cátedra de Filosofía en la Universidad de Edimburgo (la "Atenas del Norte" en el siglo XVIII), por la acusación de "ateísmo". Tanto revolotear en torno a la teoría de la "causa-efecto" es lo que tiene. Ningún "ente" da cuenta de los efectos: sólo causas totalmente empíricas. ¡Y qué decir de tantos "entes intermedios" como santos, ángeles, arcángeles, etcétera!

Y recuerdo aquel día a principios de agosto de 2002 en que conocí su ciudad con mi navarro-británica compañera y llegué a ver la estatua, un poco "de modé", en plena Royal Mile.

Edimburgo estaba igual que Pamplona ahora, mientras escribo: lluviosa, tejados húmedos a la vista y niebla no muy al fondo.

Así es el tiempo por aquellos pagos. Así lo es por éstos.

Pero hoy escucho de nuevo el "revival" mod de los noventa: "The Masterplan" de los Oasis es, entre otras, una canción casi perfecta. Únicamente cuando toma protagonismo la orquesta en demasía se vuelve empalagosa hasta el extremo: no así el principio y el final. Soy más del rock de los 60 y 70, pero reconozco que aquel "revival" me pilló de lleno y me gustó. Recomiendo escuchar la canción de los Oasis mientras tengan la amabilidad de leer este "post".

"Tómate el tiempo para reflexionar/sobre qué es lo que quieres decir..." espeta en su comienzo la canción, pero creo que no tengo dicho tiempo y no sé si reflexiono debidamente. Siempre me sobraron palabras. Me sobran y, me temo, me sobrarán siempre. Palabras, demasiadas palabras. He querido infructuosamente ser como "El Coronel", entrañable personaje de "Juan Nadie" de Frank Capra: "No leo el periódico ni tampoco escucho la radio. El mundo ha sido afeitado por un barbero borracho y no necesito leer nada".

Salvo la segunda frase, ése es y me temo que seguirá siendo, mi anhelo. Con él moriré pues se me hace imposible no estar al día y menos a punto de cumplirse 20 años de cuando cayera El Muro de Berlín: 18 años ya daban, al menos a uno, para analizar el asunto.

Es sábado, tengo una pinta de cerveza delante y me parece estar en Edimburgo, en Londres, en Oxford o en el Manchester de los Oasis: los hábitos son muy de allá en esta santa casa.

Es un sábado sin plan. Lo mejor: estar conmigo por un día. Y seguir pensando, escribiendo y leyendo: mi plan perfecto.

Pero mi plan maldito.