Por no emplear el manoseado despectivo adjetivo de “fascista”, apelo al más genérico de “totalitarismo”. La historia de la humanidad es una historia en forma de tablero de ajedrez. Es bonito creer en un mundo armónico. Es bonito, no real. El mundo es nada más que eso: un tablero de ajedrez en que cada movimiento arrastra consigo miles, millones de muertos. Y siempre, cuando en dicho tablero, el jugador-totalitario se ve acorralado por su propia chapucera jugada, ataca a todas las piezas que exitosamente le rodean triunfantes. Siempre, en cualquier forma políticamente totalitaria, el elenco de enemigos se amplía debido al declive interno: disensiones, pérdida de guerra con elementos exógenos, etcétera. ¿Quieren ejemplos?: el nacional-socialismo germano asesinó más y más rápidamente de manera totalmente industrializada a judíos, comunistas, gitanos, homosexuales, incluso a supuestos aliados italianos.
ETA no se libra: a mediados los noventa se comienza a asesinar a políticos electos (cosa que antaño criticara a los polimilis), a periodistas, funcionarios de prisiones, empresarios, etcétera, justo tras la caída de la cúpula al completo en el 92. Cualquier proyecto totalitario amplía su lista de enemigos con la ciega intención de conseguir cerrar filas. Así, hoy, ayer, el régimen estaliniano de Corea del Norte: no nos importó la hambruna que en los noventa acabara con más de dos millones de personas, las huidas desesperadas por la frontera china de tantos norcoreanos que tan ominosamente son devueltos por esa otra dictadura amiga, los campos de “reeducación”… En Cuba, nos contaba ayer la valiente cubana antitotalitaria Yoani Sánchez en su fantástico y heroico blog que su papá, miembro del Partido Comunista de Cuba, fue de los pocos que vio la realidad en forma de película. Exclusiva joya para el núcleo dirigente más reducido y secreto. La masa que pase hambre. Si en Corea del Norte el enano con tupé Kim-Jong-il está fatal de salud y la carrera por la sucesión está minando el régimen, lo mismo en Cuba: los últimos descabezamientos así lo indican. Pero en la península coreana, el humano nos recordó, de nuevo, al resto de congéneres que una explosión de 20 kilotones bajo tierra provoca terremotos de casi 5 grados en la escala Richter. Que los misiles se lanzan al mar no para que exploten en el aire cayendo comida para peces o confetis a modo lúdico-festivo.
Es la condición humana que bien supiera Freud, hay que domar. Las pulsiones de muerte (Tánatos) están ahí: sólo podemos refrenar dichas pulsiones. Cuando dichos comportamientos son blindados en forma de “ideología” militarizando a otros tontos útiles, se debería hacer lo mismo.
El totalitarismo triunfó a inicios del pasado siglo: fracasó aniquilando a todo bicho viviente a mediados y finales de la misma centuria.
Los restos tienen, tendrán, el mismo fin.