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miércoles, 27 de mayo de 2009


Por no emplear el manoseado despectivo adjetivo de “fascista”, apelo al más genérico de “totalitarismo”. La historia de la humanidad es una historia en forma de tablero de ajedrez. Es bonito creer en un mundo armónico. Es bonito, no real. El mundo es nada más que eso: un tablero de ajedrez en que cada movimiento arrastra consigo miles, millones de muertos. Y siempre, cuando en dicho tablero, el jugador-totalitario se ve acorralado por su propia chapucera jugada, ataca a todas las piezas que exitosamente le rodean triunfantes. Siempre, en cualquier forma políticamente totalitaria, el elenco de enemigos se amplía debido al declive interno: disensiones, pérdida de guerra con elementos exógenos, etcétera. ¿Quieren ejemplos?: el nacional-socialismo germano asesinó más y más rápidamente de manera totalmente industrializada a judíos, comunistas, gitanos, homosexuales, incluso a supuestos aliados italianos.


ETA no se libra: a mediados los noventa se comienza a asesinar a políticos electos (cosa que antaño criticara a los polimilis), a periodistas, funcionarios de prisiones, empresarios, etcétera, justo tras la caída de la cúpula al completo en el 92. Cualquier proyecto totalitario amplía su lista de enemigos con la ciega intención de conseguir cerrar filas. Así, hoy, ayer, el régimen estaliniano de Corea del Norte: no nos importó la hambruna que en los noventa acabara con más de dos millones de personas, las huidas desesperadas por la frontera china de tantos norcoreanos que tan ominosamente son devueltos por esa otra dictadura amiga, los campos de “reeducación”… En Cuba, nos contaba ayer la valiente cubana antitotalitaria Yoani Sánchez en su fantástico y heroico blog que su papá, miembro del Partido Comunista de Cuba, fue de los pocos que vio la realidad en forma de película. Exclusiva joya para el núcleo dirigente más reducido y secreto. La masa que pase hambre. Si en Corea del Norte el enano con tupé Kim-Jong-il está fatal de salud y la carrera por la sucesión está minando el régimen, lo mismo en Cuba: los últimos descabezamientos así lo indican. Pero en la península coreana, el humano nos recordó, de nuevo, al resto de congéneres que una explosión de 20 kilotones bajo tierra provoca terremotos de casi 5 grados en la escala Richter. Que los misiles se lanzan al mar no para que exploten en el aire cayendo comida para peces o confetis a modo lúdico-festivo.


Es la condición humana que bien supiera Freud, hay que domar. Las pulsiones de muerte (Tánatos) están ahí: sólo podemos refrenar dichas pulsiones. Cuando dichos comportamientos son blindados en forma de “ideología” militarizando a otros tontos útiles, se debería hacer lo mismo.


El totalitarismo triunfó a inicios del pasado siglo: fracasó aniquilando a todo bicho viviente a mediados y finales de la misma centuria.


Los restos tienen, tendrán, el mismo fin.


martes, 19 de mayo de 2009

Solos.


Temo caer en lo puro obvio. La vida es un “habérnoslas en el mundo”. Marx y otros lo vieron bien: el hombre está solo ante una aterradora naturaleza llena de sobresaltos y cambios más que impredecibles. Así, la naturaleza es múltiple y está viva: como bien supo Heráclito nada será nunca idéntico a este preciso instante en que tecleo para Vds. escuchando música tras haber estudiado. La relación con la naturaleza, de la cual formamos parte, es donde reside el conformarnos como seres sociales puesto que beneficioso fue el hecho de organizarnos –desde épocas pretéritas- para cazar más y mejor.
De ahí vendrían las versiones del antropólogo Marvin Harris: diferentes modelos de primigenias sociedades, siempre con un “redistribuidor” de la caza y comida acumulada para los tiempos en donde la naturaleza, de nuevo, se vuelve hostil: los largos inviernos. Nunca hubo un "comunismo primitivo". Nos guste o no.
El desarrollo posterior es fácilmente intuido: las primeras ciudades en el lejano oriente, las “polis” griegas, el imperio alejandrino y el romano, etcétera. Pero estamos solos, no lo olvidemos. El humano es un ser que psicológicamente –y si tiene dos neuronas funcionando- reflexiona en un eterno diálogo "consigo mismo". Nietzsche decía que su diálogo era entre “ Yo con Mi”. Los apellidos identitarios nada dicen de nosotros. Nuestros padres, a lo sumo, son importantes. El heredar de ellos lo mejor es nuestro deber: es la noción no manoseada de “tradición” que Hannah Arendt tanto reivindicara. Estamos solos: tengan una mala noche por lo que fuere.
Bien recordaba el Marx más genial (Groucho, of course), que él no podía imaginar nunca las angustias de una persona en medio de la noche. Lo consideraba la más pura intimidad. Y es ahí en donde me refiero a nuestra soledad: ahí habita. Estamos solos. Podemos acompañarnos bien: lo aconsejo. Una buena conversación con alguien inteligente y de humor sano vale más que cualquier prebenda que nos venda al mismísimo Mefistófeles. Pero seguimos solos: dedicarnos a saber cómo llevarnos, con nuestros impredecibles momentos -pues naturaleza somos- es un arte que algunos lo han llamado Ética, otros Religión.
Somos, en el fondo, unos bichos realmente curiosos.
Pero solitarios en el fondo y a la postre.