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sábado, 11 de junio de 2011

Necesario tonto útil.

  Un partido político al uso; un sindicato político (pleonasmo donde los haya); una asociación de vecinos; cualquier asociación humana, pues, lo necesita urgentemente.

  Puede llegar a ser concejal, alcalde, presidente, funcionario amenazante para el político del momento, pero siempre en cualquier lugar donde su inestimable ayuda sea perentoriamente requerida.

  Hay dos clases. La primera, la de aquel que siendo tan tonto no se da cuenta de lo útil que es. Pérfidas intenciones las de aquellos que lo manipulan afloran a la luz pública, no así él, pobre tonto. Esta es la clase más extendida. La otra, la de aquel que aun sabiéndose tonto y posiblemente útil a nocivas artimañas incluso hacia su persona, permite, como lo oyen, permite su absoluta manipulación. Es la más peligrosa calaña de ineptos manipulables: son capaces de poner su enorme rostro allá donde la Justicia pueda señalar irregularidades, de plasmar su firma en forma de equis en el papel donde en el último párrafo ponga algo así como “me declaro culpable de…” por no quedar en mal lugar y para, cándidamente, adquirir notoriedad.

  Son, sencillamente, lo peor.

  Llegamos, al fin, al necesario alfil. Es, sencillamente, el necesario tonto útil.

  El triste y melancólico pero muy necesario tonto útil.

Iñaki Oneca Agurruza.