Harto ya de imaginar los bellos parques cercanos a mi hogar, mientras los paseo, perdiendo clorofila por doquier verbigracia el trasiego de impresentables, así como la desaparición de su orden y limpieza (no hablemos ya del río que surca esta ciudad con poco de “gloriosa” en sus fiestas), harto ya de ver la maldita destreza de Obama con la mosca cojonera en plena retransmisión televisiva, harto ya de los mosquitos que impiden volar a nuestro presidente desde Togo (“mosquitos fascistas ¡seguro!”, dirá el cejitas); harto ya de tanto inicio de culebrón veraniego político-televisivo. Así me encuentro. ¿Puede haber algo más irritante que las fiestas que se nos avecinan, celebradas con algarabía y regocijo por ateos declarados que conozco teniendo en cuenta que dichos festejos no hacen sino referirse al martirio de un cristiano? Esa repugnante afición de celebrar la sangre del mártir que agoniza... Volverán las hipócritas actitudes de los habitantes de esta pequeña urbe que por arte de magia –repito: magia- se vuelven encantadores y bonachones tolerantes. Volverán los zafios y los estúpidos de fuera. Siempre hay excepciones, obviamente, en ambos casos. Pero la tétrica lista de cifras cantan en cuanto a quienes dan rienda suelta al gran bastardo que llevan dentro en tan “festivos” días: la pobre Nagore Laffage fue la última, con la ignominia que supone una especie de “omertá” en torno al presunto culpable: ésa es la Pamplona que siempre me repugnará. Pero mientras, aunque no se lo crean, el mundo sigue: en Irán mueren por decenas ante un clamoroso tongo y los dirigentes amenazan literalmente con ser “más revolucionarios con quienes protestan” (léase ser más represores con quienes protestan: recuérdese el carácter revolucionario de los nazis, de los fascistas salidos del socialismo, de los falangistas, etcétera. Se impone leer “Diccionario de adioses” de Gabriel Albiac donde el autor hace tan pormenorizado repaso etimológico y epistemológico de la palabra “Revolución”, proveniente de Copérnico y que da su salto a la política). Mientras los programas-basura televisivos se transmutan en algo peor gracias al cambio del nombre oficial y otros siguen igual con total descaro, llega el verano con sus culebrones políticos. Al lado de éstos, prefiero los culebrones de sobremesa y con sabor latinoamericano. Sinceramente. Que Vds. lo pasen bien.
Fotografía: obra de Iñaki Zaldúa en 2004.