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viernes, 28 de agosto de 2009

La muerte de un Kennedy



Teddy Kennedy ha muerto y todos debemos llorar. Tanto quienes conocieron la era dorada del clan fundado por Joseph, un mafioso defensor del “apaisement” con Hitler, como quienes no habíamos nacido todavía (yo lo hice el año, si como Chesterton dice en su autobiografía, creo lo que me dijeron aunque no tenga una prueba fehaciente y empírica, el mismo año en que murió Jim Morrison). Ha muerto un Kennedy, lloremos. Ha muerto el último “mito” y yo, que ya nací iconoclasta, me río. Tantos años con la película de Oliver Stone a cuestas –con decenas de fallos, por cierto-, con artículos, con libros leídos como “JFK, el último testigo” de William Reymond o “Conspiración” de David Talbot y con webs, para que uno acabe sospechando no ya de las conspiraciones – la política es pura conspiración que cuando no encuentra lo que persigue, recurre a lo que sustituye: la guerra, encubierta o no- sino de los hagiógrafos de pacotilla que en vez de centrarse en el tema, nos hablan de personajes irreales.
JFK no era ese santo varón que siempre venden, era un puterillo de tres al cuarto. Inteligente, sí. Humano, aunque no lo digan. Pero disoluto: ¿cómo en “Trece días”, película basada, por cierto, en el libro de su hermanísimo Bobby Kennedy también asesinado, aparece como un amante de la familia ante un posible “holocausto nuclear”? A JFK le preparó los discursos la CIA, sí, la mayor sospechosa de su muerte. ¿También pudo ser el servicio secreto cubano, el G-2? Y digo yo ¿qué demonios importa? ¡Ese era el ajedrez político de los 60!: sucio, como siempre. Bobby Kennedy que compartiera amante con su hermano John, una tal Marilyn Monroe, no dijo nada cuando ésta se suicidara después de que él le diera unas calabazas de órdago. Manipulada por los dos hermanos, la muchacha creó otro mito: los hombres no la comprendían. También hay teorías de conspiraciones a su alrededor. Queda claro pues, que los dos asesinados supuestamente defendían valores progresistas –incluyendo valores familiares que aquí algunos dirían “conservadores”- teniendo a dos esposas que podían hacer una lucha de ciervos en plena berrea. Pero muerto el primero del clan, quedaba el segundo. Bobby dejó un rastro de tramas ocultas como el de su asesino (compañero hoy de celda del “simpático” Charles Manson). Su asesino, Sirhan, podía haber sido objeto de una “manipulación mental” por parte de la CIA a través del proyecto MK Ultra. La recaraba. Oigan, ¿es que nadie sabe/sabía que los servicios secretos son el papel higiénico que todos los políticos utilizan, incluyendo asesinatos de contrarios? ¿Ahora se va a caer alguien de ese guindo? Pero es mucho más facilito decir que JFK y Bobby Kennedy eran buenísimos (al lado de Nixon tampoco es de extrañar que haya tanto incauto). Pero la gran paradoja de la relación entre el político y los supuestos “hacedores” de tramas que acaban con él, se ve claramente en JFK como dije: la CIA le aúpa al poder para después ser puesta en ridículo por el ¿pacifista? que intentara asesinar más veces que ningún otro presidente estadounidense a otro impresentable: Fidel Castro. La chapuza de la Bahía de Cochinos picó, y mucho, a la CIA. Pero ya sólo quedaba el “mito Ted”. Hoy un periódico habla sólo de un “accidente” en que murió la que fuera secretaria de su hermano Bobby, que murió un año antes. Dicho accidente “le persiguió toda su vida política”. Nada más. Una muerte más ¿qué demonios importa? El mismo periódico, mediados los noventa, hablaba de cómo un detective que investigó el caso, siempre sostuvo el “asesinato” de un Ted cargadito de whisky, tirando el coche al lago Chappaquiddick tras algún tipo de discusión con Mary Jo Kopechne, la chica que falleció en tan extrañas circunstancias. Ella pagó, cual sacrificio maya, el precio de la rabia de otro niño mimado de la vida pública estadounidense. Al menos como homicida involuntario, más que todo porque no había dios que ocultara el hecho de salir pitando mientras el coche caía al lago, el susodicho llegó veladamente a reconocerse como tal. Una ducha, afeitarse y presentarse en una comisaría diciendo “yo conducía el coche con esa señorita” horas después, fue todo lo que hizo.
Pero manchas de sangre en la espalda, heridas no producidas por el coche, así como testimonios de un Teddy borracho –sus dos famosos hermanos ya asesinados hacían bromas en periódicos y revistas serias al respecto- nervioso, cabreado y con ganas de bronca, fue visto antes del suceso, precedido de una fiesta en la isla de dicho lago, donde se bebía de todo menos agua. Y dejando atrás tanta hipótesis, quedaba objetivamente Ted Kennedy como seguidor del clan (del lobby, habría que hablar) que acaba siendo engullido por conspiraciones con un “efecto boomerang” de lo más perfecto. Nunca consiguió llegar a donde se propuso. Nunca pasó de senador. Nunca quiso hablar del tema: un año de libertad condicional es el precio de alguien con poder ante tales más que sospechosos hechos. Y me queda la certeza más arriba indicada, de que cuando un político muere, también tiene que ser recordado por sus miserias. Siempre éstas peores que las de muchos de nosotros, pobres contribuyentes. Y la certeza de que a ellos, que juegan en ligas mayores, también les llega lo que a todos: el final.

viernes, 7 de agosto de 2009

Regreso maldito.


Please dont’t stop me”: suena Bruce Springsteen más rockanrolero que nunca. Y pienso en la luz dejada atrás: hoy es luna llena y no hay dios que la vea. Ayer, iluminaba una ciudad más amable, más grande y más contaminada lumínicamente en que se veía cómo dicho astro bañaba de luz más que cualquier artilugio humano. Ayer estaba en mi (nuestra) pequeña porción de irrealidad: las vacaciones. Las últimas fueron inmejorables: el paro forzoso y la muerte de mi nunca olvidado padre. Antes una grave enfermedad de quien suscribe y que deja un reguero de pastillas y limitaciones que debe (deberá) respetar uno. La vida es sueño, dijeron no pocos estoicos, nada más. Algo de razón hay en ello. Pero regreso y la maldita ciudad que me asfixia por su mojigatería, falta de imaginación y por su clima, me recibe: ella es la realidad. Una verdadera perra rabiosa y repelente.


Y Springsteen me recuerda que no quiero, por favor, no quiero más puñaladas por el momento. Por favor realidad, no me apuñales al menos por un momento. Mas no crea la realidad que la temo, por mucho que se transforme en un State Trooper, queriendo pedirme papeles en mi carretera. Un año y medio que regalaría únicamente al más corrupto de los políticos es más que suficiente como para saber cuál es su jodido juego: pero sé más. Nadie, ningún sabio, supo sobrepasarla. Tal vez estudiarla, como pretendiera Freud: cuanto más apegado está uno a la realidad más feliz es. O infeliz. Pero un materialista como quien les escribe es feliz apegado a tan ingrata dama que también quema como nadie. Pero vuelvo de tierras más benévolas. Y ahora llueve. Aquí la realidad me devuelve con un tortazo la insolencia de disfrutar mi interrupción anual –que afortunadamente poseo todavía- en forma de fresco y nubes cargadas de tristeza lamiendo cimas de montañas cercanas. Mas repito, no se vaya a creer tan repugnante señora que uno se queda cruzado de brazos.


Tengo tras de mí a todo un ejército de helenos sedientos de sangre y que saben de qué demonios hablo: ”(…)no ha criado la tierra animal más endeble que el hombre entre cuantos respiran sobre la tierra y se mueven” dice un corajudo Odiseo ante Antinoo y Anfínomo que rebuznan un “¡Salve, padre extranjero! Sé un hombre feliz desde ahora, ya que tanto hasta hoy te abrumaron tus muchas miserias”. Frase que cualquier dogmático con aviesas intenciones pudiera emplear contra mí.


Pero Odiseo (Ulises) no era únicamente inteligente, además era valiente cuándo y cómo un heleno sabe serlo: “No imagina [el hombre] que habrá de sufrir infortunios en tanto las deidades le otorgan la dicha y sus piernas se mueven. Pero cuando los dioses dichosos le dan la desgracia, quiera o no, la soporta con un corazón resignado”.


Resignado pero valiente, quieran o no las deidades. Hagamos del regreso nuestra particular odisea: sean la inteligencia, el valor anímico y físico los que rijan nuestros pasos en adelante. La vida es una aventura. Para quien así no lo vea, sépase un muerto en vida.


Imagen: El cantante que por mi mala testa en los años más punk/skin no me atrajo. Ahora no sólo me gusta, es que me recuerda siempre a mi buen compañero durante década y media en una fábrica y amigo Ricardo Lecumberri. Siempre escuchar a uno es escuchar al otro...