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martes, 21 de febrero de 2012

Represión en el fin de fiesta.


No seré yo quien justifique la intervención (intervenciones) policial en Valencia contra estudiantes. No obstante sí seré yo quien ponga en tela de juicio la falta de éste en ciertos medios de comunicación y no digamos en foros y redes sociales.

Corría 1987: mis amigos de entonces y yo únicamente nos dejábamos llevar por Dionisos (entonces se le llamaba “litronear”, ahora “hacer botellón”) cuando en una manifestación de la que no sabíamos su motivación exacta (la extradición de un etarra, pudiera ser) acabó frente a nosotros con dos policías machacando literalmente a un octogenario. Se ve que los botes de humo y las pelotas de goma se habían terminado y la emprendieron con el abuelo a porrazos. Todos chillamos exaltados a los policías, con la candidez con que a uno le obsequia la adolescencia.

Todos, repito, todos recibimos en mayor o menor medida lo que el susodicho anciano (incluso algún amigo acabó escondiéndose paradójicamente en una iglesia).

Quiero decir que por estos pagos y so pretexto del injustificable terrorismo de algunos “salvapatrias” también se han reproducido acciones injustas en la calle como reacción. He visto disparos de fuego real, disparos con bolas de goma, botes de humo, palizas: definitivamente si los setenta fueron una época turbulenta, los ochenta fueron una época sucia, llena de mierda.

Por ello cuando veo los vídeos en varios medios digitales de los mencionados incidentes, me vienen a la mente los actos vandálicos de los repugnantes ultras del Real Madrid cerca de mi adorada Cibeles coreando aquello de “esto es Madrid, esto no es Bilbao” mientras recibían una merecida carga policial. La diferencia es que estos últimos habían provocado altercados.

Pero no deja de ser algo a tener en cuenta: por estos pagos y verbigracia a leyes excepcionales que cada vez -esperemos que siga así- menos tienen de actuales, uno estaba andando en la calle equivocada y era “agraciado” con un aluvión de tortas, porrazos, balazos, etcétera.

La situación actual económica es terrible: única. Supone la traca final, la resaca de una fiesta que muchos pagamos como invitados y que unos pocos se encargaron de desmadrarla como señoritos que “invitaban” y que serán los que menos efectos perniciosos sufran. Supone acontecimientos tan terribles como los de Grecia. Pero dar tanto pábulo a unas carreritas por el centro de Valencia con unos policías cargando básicamente con porras, me parece más que buscar la noticia: inflarla. Las imágenes de los vídeos sobre dichos lamentables sucesos se repiten una y otra vez moldeándose a la manera de una nueva caverna platónica mediática llegándose incluso a olvidar de las razones de las convocatorias. Algo sumamente peligroso pues cualquier dictadura ha utilizado dicha caverna (los principios de la propaganda de Goebbels, el agitprop soviético, etcétera).

Y todo enmarcado, simplemente, en el fin de una fiesta económica que comenzara en los noventa con la peligrosa y molesta resaca consiguiente.

Es el desmadre final que incluye también a los medios.

Es, simplemente, el triste fin de fiesta para todos.

  Iñaki Oneca Agurruza

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